sábado, 3 de abril de 2010

Historia de la primera radio de Carabineros de Chile: LA FRONTERA DEL ÉTER

(El siguiente paper fue escrito por Patricio Parraguez en 1997. Se autoriza su difusión citando la fuente y el autor, cuando sea con fines académicos o históricos. Bajo otros parámetros se debe solicitar autorización por escrito del autor.)

"La radiotelefonía no está al alcance de cualquiera y muchos son los que tienen ideas erróneas sobre ella, pero lo que es indiscutible es su inmensa utilidad. No es maravilloso si nos retiramos al campo, a lo más profundo de una montaña, podamos, sin embargo, con un aparato de poco costo, estar imponiéndonos de las noticias de todo el mundo y todavía estar escuchando la música de las mejores orquestas, oyendo conferencias, etc.”

Este artículo, publicado en la revista “Sucesos”, en la década de los ‘20, parece ser la inspiración que tuvo el primer General Director de Carabineros, Aníbal Parada, cuando encargó la construcción de una emisora al mismísimo Enrique Sazié, padre de la radiotelefonía nacional.

SEIS AÑOS DESPUÉS

Sólo seis años después de la primera emisión radial, Sazié inició los trabajos para construir el transmisor y los estudios de la radio de Carabineros de Chile.

Sesenta y nueve años más tarde -los mismos que hoy tiene la policía uniformada- otro grupo de hombres pone en marcha ese viejo sueño institucional, romper la barrera del éter y llegar a los más diversos rincones de nuestra tierra.

En esa lejana experiencia, emprendida con el propósito de agilizar los comunicados policiales y comprometer aún más el servicio público, el General Director del Cuerpo de Carabineros de Chile, general de brigada (E) Aníbal Parada (1), y el jefe de la Sección OS-2 de la Dirección General, mayor Jorge Díaz Valderrama, fueron agentes fundamentales.

"Hernán Millas cuenta que en 1928, el general del Cuerpo de Carabineros, Aníbal Parada, llamó a Sazié para encomendarle la planificación del servicio de radiocomunicaciones de la institución, como asimismo la instalación de una radiodifusora. De este modo salió al aire la em1sora de Carabineros, que difundía música y noticias de la institución. Tenía, por supuesto, la primicia de los partes policiales. El sucesor del general Parada no fue de la opinión que Carabineros tuviese una emisora y la cerró”, informa un libro de la historia de la radiodifusión chilena (2).

No es de extrañar que en la recién creada institución, producto de la fusión del Cuerpo de Carabineros de Chile, de las policías fiscales (Santiago y Valparaíso) y municipales, prendiese como reguero de pólvora la pasión radial, si se considera que las estaciones surgieron rápidamente en la capital y provincias.

POBLANDO EL ÉTER

En 1923 se creó Chilean Radio Company, que a los pocos años se convirtió en la actual radio Chilena (CB 66).

En 1924, un corredor de la Bolsa de Comercio, Carlos de Carlo, solicitó a Ricardo Vivado -otro de los padres de la radiotelefonía- la construcción de una emisora en Valparaíso. Así nació radio Cerro Alegre, con sus Estimulantes tres horas de programación diaria.

También en 1924, el decano de la prensa nacional -El Mercurio- se acercó a esta magia. El matutino, vinculado estrechamente a la histórica transmisión inalámbrica de 1922, recurrió a Enrique Sazié para levantar una planta.

Radio “El Mercurio” operó con una potencia de 400 watts y se escuchaba perfectamente en las provincias vecinas a la capital.

Un año más tarde, 1925, otra empresa de la linotipia y el metal fundido se acerca a esta aventura. Desde el edificio del diario "La Unión emite sus transmisiones radio Club de Valparaíso.

En 1926 aparece la primera emisora neta mente comercial, radio “Wallace”, propiedad de una tienda homónima que se dedicaba a la venta de artículos eléctricos y radiorreceptores. La planta de esta emisora es la primera que opera con corriente eléctrica del tendido común.

Ese mismo año surge en el puerto radio “Lord Cochrane”.

En medio de este vertiginoso aumento de puntos auditivos en el dial surge la emisora de Carabineros, que -junto a las estaciones de la Escuela Militar y la Escuela de Caballería del Ejército- marcó un hito en la radiodifusión chilena. Fue una de las primeras en Santiago y la séptima en el país.

¡ATENCIÓN COMANDOS Y PREFECTURAS!

Con el propósito de dar mayor utilidad al servicio radiofónico policial, la Circular 211 del 26 de septiembre de 1928, ordenó a los Comandos y Prefecturas que las “estaciones receptoras de radio” debían estar en perfectas condiciones de funcionamiento para captar las señales desde la capital.

Las primeras pruebas se iniciaron en abril de 1928, ocasión en que la Dirección General instruyó a la Prefectura General y al plantel matriz, Escuela de Carabineros, para que alistaran sus receptores.

Con el fin de preparar a todas las unidades del territorio -en un entonces limpio espectro radial, que posibilitaba una recepción nítida y a mayor distancia, considerando la escasa potencia de los transmisores- se distribuyeron receptores en los Comandos (actuales Prefecturas) de Arica, Antofagasta, Coquimbo, Colchagua, Talca, Maule, Ñuble, Concepción, Bío-Bío, Cautín, Valdivia, Aysén y el Grupo de Los Andes.

Un receptor Adwater Kent, un altoparlante de la misma marca, y un cargador con seis baterías de 22,5 volts, marca Westinghouse, componían las ostentosas “Estaciones Receptoras de Radio”, que no eran otra cosa que los hoy triviales radiorreceptores.

El 15 de octubre de 1928, a las 23:15 horas, inició sus transmisiones radio Carabineros de Chile.

Un equipo SCNAG, en la banda de 285 metros, era el corazón de la emisora.

El objetivo de la radio institucional era dar a conocer instrucciones de la Jefatura Superior, encargos de antisociales y otras tareas inherentes al servicio policial. La carencia de una respuesta inmediata, para conocer si el mensaje era recepcionado, restó efectividad al sistema de radiotelefonía y la esperanza que los altos mandos habían fijado en este medio de comunicación.

CORTA VIDA

Esta falencia y el cambio en el mando institucional, ahora a cargo del general Fernando Sepúlveda Onfray, la llevaron al inevitable cierre de sus transmisiones.

El 24 de noviembre del mismo año -un mes y medio después de la primera transmisión- radio Carabineros de Chile dejó de emitir su señal. Los antiguos equipos de escucha fueron destinados para la distracción del personal, según los informes de aquella época, y se ordenó que fuesen instalados en los casinos u otras dependencias donde se reuniera el personal durante sus horas de descanso.

Mientras los receptores quedaban como una entretención, los implementos de transmisión fueron vendidos al diario La Nación. En 1929, pocos meses después, este matutino encarga a Sazié la construcción de una emisora.

El mismo ingeniero que pusiera en el aire la radio policial dio continuidad a sus equipos, ahora como el director de radio “La Nación”.

Aunque los espacios de esta emisora, encabezados por “La Hora Italiana” llegaron a ser los más escuchados, su vida también se vio truncada por su proximidad al gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

Junto con la caída del mandatario, la radio fue clausurada. Más tarde sus equipos dieron vida a radio “Bayer” y después a radio “Baquedano”.

Tal como la naciente institución de las carabinas cruzadas estuvo ligada al Ejército -por el origen de su creador, el general Ibáñez-, el destino de su primer director, Sazié, también. El ingeniero agrónomo puso su ciencia en las emisoras de la Escuela Militar y de la Escuela de Caballería, además de las radios de los diarios “La Mañana” de Talca y “El Sur” de Concepción, y las ya citadas de Carabineros de Chile y la “Chilena”.

NADIE DIJO NADA...

Aunque la “Revista de los Carabineros de Chile” –antecesora de la actual publicación- no se pronuncia sobre este trascendente avance en el primer período del general Parada, en la página 4 del Nº 17, del 15 de diciembre de 1928, reproduce una nota de la “Revista Policial Argentina” bajo el título “Radio y Policía”.

La Radiotelefonía presta indiscutibles ventajas al público y a ella acuden, con fines de propaganda, el comercio, las artes y la política”, dice en su primer párrafo, para luego subrayar la trascendencia de este medio para la institución encargada de mantener el orden.

La Policía ha hechado mano de ese recurso para ilustrar al pueblo sobre ciertos asuntos que le conviene saber para precaverse y prevenirse contra la acción de los delincuentes”, añade la crónica.

El informe trasandino remata en un extenso párrafo las oportunidades que tendría un buen comunicador policial para mostrar los peligros sociales. “La Policía podría muy bien prevenir al pueblo sobre el modo de cómo se cometen hechos comunes, sin mentar (nombrar) a algún santo, pero refiriendo cómo “los santos” hacen el milagro; podría explicar el alcance de ciertas disposiciones de orden público y cómo se deben cumplir; podría divulgar las medidas a adoptar con urgencia en casos de accidentes; podría hacer saber o recordar las obligaciones que tiene el ciudadano con las autoridades y los derechos que le asisten y pueden reclamar de aquellas; podría matizar estos asuntos con brevedad, con beneficio común y con aplauso de la población, en la que hay muchos bienintencionados que se reservarían un momento para tan provechosas pláticas policiales”, sugiere el anónimo autor, como también pudo haberlo pensado el mayor Díaz Valderrama, en nuestro país.

Casi seis años después de esa pionera idea, surge el interés por retomar la senda de la radiotelefonía.

NACE COMUNICACIONES DE CARABINEROS

Mediante la Orden General Nº 52 de la Dirección General, de fecha 11 de enero de 1934, se creó la Sección Radiodifusión y Comunicación.

Los elevados costos de los equipos –considerando que el mundo entero recién superaba una fuerte depresión económica- impidieron que este nuevo intento se materializara en una radioemisora.

Por esa fecha, radio “Universo” (construida por Sazié en 1932 y que contaba con una potencia de 5 mil watts, la más potente y moderna del país) (3) ofreció al mando policial dar las facilidades para transmitir un programa de su interés.

En el acuerdo entre radiodifusora y la institución policial quedó establecido que transmitirían las noticias de Carabineros sin ningún costo.

Así se difundirían los “salteos (asaltos), robos de consideración, encargos de personas desaparecidas, aprehensión de delincuentes y todo aquello que tuviera una relación directa con la función policial. Para llamar la atención de los oyentes se tocaría una sirena o bocina antes de entregar la información.

Ya en ese tiempo la idea de un medio interactivo motivó a los funcionarios a cargo de estas informaciones. Cada vez que se diera a conocer un encargo de aprehensión o se solicitara colaboración, los auditores podrían llamar a la unidad más cercana o bien al teléfono 26 de la Prefectura General de Santiago, algo así como el antecesor del nivel 133.

Estas notas de encargo o de crónica roja podían escucharse en cualquier momento en la emisora “Universo”, dentro de sus horarios de transmisión del mediodía (de 11.30 a 13.30 horas) y de la noche (de 17.30 a 23.45 horas).

También formaba parte del compromiso el programa “La Hora Policial”, que se difundía entre las 16.00 y 16.30 horas. Estos 30 minutos eran aprovechados en la entrega de leyes y reglamentos de interés público, especialmente sobre tránsito y salubridad.

El espacio radial salió al aire por primera vez al cumplirse el séptimo aniversario de la institución, el 27 de abril de 1934. En una edición extraordinaria de mediodía, el Orfeón Nacional interpretó el Himno de Carabineros, y después habló a los radioescuchas el prefecto 2º jefe de Santiago, comandante Jorge Díaz Valderrama.

Tras la intervención del impulsor de la radiodifusión en Carabineros, se dirigió a los auditores el director general Humberto Arriagada Valdivieso, quien abordó los problemas nacionales y aprovechó su discurso para plantear las necesidades económicas de la institución y agradecer a la empresa radial la creación de este espacio para la policía uniformada (4), que recientemente se había separado de Investigaciones.

La verdadera historia de la familia Parraguez en Chile: NO TODO COMENZÓ EN UN MOLINO


La tremenda brecha generacional con mi padre, Juan de Dios, nunca nos dio tiempo para hablar en detalle sobre nuestra familia. Siempre supe que mi viejo era muy querendón de su familia, especialmente los Parraguez y los Marín.

Cuando -de tarde en tarde- íbamos de visita a Paredones (la tierra natal de sus padres, mis abuelos), en la Región de O’Higgins, literalmente se nos perdía entre las casas de ese más que centenario pueblo del secano costero. Hasta que, al caer la tarde, lo volvíamos a encontrar y contaba que había estado donde fulano, zutano y comenzaba a enumerar uno tras otro a los parientes, medio parientes y amigos que había ido a saludar.

Entre ellos, cerca del pueblo, en un caserío llamado “El Peral”, estaba Alejandro Pardo, mi tío abuelo a quien sólo vi un par de veces en mi vida. Tengo entendido que falleció hace pocos años, cuando ya superaba con creces las nueve décadas. El tío Alejandro, quien había perdido la visión en sendos accidentes, tiene una tremenda descendencia que nunca sabrá que somos familia.

¿Cómo era posible que dos apellidos tan diferentes: Pardo y Parraguez, fueran parientes?

Tanto mi viejo como mi abuelo paterno, Pedro, siempre contaban que su bisabuelo y abuelo, respectivamente, había sido criado por un molinero de apellido “Pardo”, quien obligó a algunos miembros de la familia a usar su apellido.

EL TÍOABUELO JANO

Esa historia me pareció tan creativa, como la que contaba mi papá sobre el tío Alejandro, una vez que fue de visita a la casa de sus abuelos. Contaba que el tío Alejo andaba fuera de la casa, y cuando llegó al corredor, comenzó a sentir unas cosas “paradas”, de cuero, frías y tiesas, que le rozaban su cara, y el no vidente gritó: “¡¡¡acabo de mundo, las culebras andan paradas!!!”. Obviamente, nunca fue tal. No era más que un montón de cueros de cabritos que se estaban secando en patio de la casa. Cada vez que mi padre contaba esta anécdota, terminaba riéndose a carcajadas.

Pues bien, nunca creí que los Parraguez fueran “huachos” o que hubiesen sido criados por un molinero de apellido Pardo.

Durante años busqué información sobre nuestra ascendencia, pero la verdad es que los terremotitos –tan famosos por estos días- nos han jugado siempre en contra: monasterios derrumbados, información desaparecida, etc. Sin olvidar cierta burocracia mezquina de nuestros días.

Siguiendo la pista de mis tatarabuelos y choznos descubrí algo sumamente interesante: uno de nuestros ascendiente, quien contrajo matrimonio por allá por 1880, usaba indistintamente el apellido Pardo (en su partida de nacimiento) y Parraguez (en la de su matrimonio por la Iglesia). No es que fuera precavido el hombre, para luego apelar a la nulidad; sino que por esos años no existía la Ley Civil, y menos el Registro Civil (que como tal nace recién en 1943, escindiéndose de la Dirección General de Investigaciones –hoy PDI- y de la que había nacido en el moribundo siglo XIX como Gabinete de Identificación y Pasaportes de la Sección Seguridad de la Policía (Fiscal) de Santiago).

Historia aparte, no había quien controlara lo que se escribía o inscribía en las actas eclesiásticas. Iba a depender del solicitante o, en este caso, contrayente y del buen escribano religioso que tomara nota. Con este dato, comencé a hurgar en libros de bautismo, matrimonio y defunciones, y descubrí que casi todas las familias que se apellidaban Parraguez provenían de Paredones o sus alrededores. De hecho, hasta el día de hoy se puede ver en el Cementerio Municipal de este pueblo como somos una lamentable mayoría entre sus nichos y sepulturas.

TIERRA DE BRUJAS Y DE PARRAGUEZ

Asimismo, supe que mis choznos algo tenían en Vichuquén, que -aunque en la actual Región del Maule- está a no más de 15 kilómetros de Paredones, e incluso hoy existen dos caminos habilitados para el tránsito de vehículos que unen ambos pueblos, por Panilongo (el más corto pero serpenteante y saltarín) y por la costa, hacia Bucalemu, pasado San Francisco de la Palma (San Pancho).

Sin mucha suerte, poco y nada avancé en mi investigación in situ.

Más frutos encontré en la escasa literatura genealógica. Grande fue mi sorpresa –aunque nunca tanto, porque algo así me esperaba- cuando encontré material que daba cuenta de un apellido compuesto “Pardo Parraguez”, y que -de paso- explicaba a la perfección por qué el tatarabuelo usaba indistintamente como apellido paterno el Pardo o el Parraguez.

LA SEPARACIÓN QUE NOS DEJÓ SIN LINAJE

En Chile existe escasa información sobre la familia Parraguez, pues se trata de una descendencia poco conocida en España (donde el apellido troncal es Párraga) y que en nuestro país se desarrolló bajo el apellido compuesto “Pardo Parraguez”, el mismo que Retamal Favereu y otros exponen en “Familias Fundadoras de Chile”, que “no se conoce descendencia actual de la familia Pardo Parraguez.

Pues bien, el suscrito y mi parentela damos cuenta que los historiadores también se equivocan. Incluso, apenas se publicó ese texto genealógico, hace ya algunos años, intenté contactar en la Pontificia Universidad Católica de Chile a don Julio Retamal, pero fue imposible hablar con él.

Esta es, en síntesis, la historia de mi familia y la ascendencia de los Parraguez o mejor dicho de los Pardo Parraguez, avecindados originalmente en Angol en 1620 y un par de años más tarde radicada, definitivamente, en Vichuquén. Otras familias con el apellido Parraguez llegadas a Chile –Pinto Parraguez y Molina Parraguez- no tuvieron la descendencia continua en estas tierras, sino que en otra parte del Reyno o Capitanía General (como quieran llamarle), pues cruzaron Los Andes y se instalaron hacia el Atlántico, aunque algunos de sus vástagos retomaron Chile en el Norte Chico y en el Centro, pero ya con el apellido Parraguez absolutamente desaparecido.

Así como algunos escribanos se encargaron de que nuestro apellido fuera separado en Pardo y en Parraguez, hubo otros que cambiaron la grafía y lo dejaron en Parragué o Parragués.

PARRAGUEZ, EL ÚNICO

Sobre el significado del apellido, este tiene su origen en el siglo XIV en Galicia y se forma con la raíz Párraga y la terminación “ez”, una vieja partícula arábiga que a los apellidos hispanos les dio la razón de ser de los “hijos de...”. Es el equivalente a los “ben” del hebreo, a los “o’” (como en O’Higgins) de los irlandeses, a los “son” en los idiomas anglosajones y nórdicos, a los “mac” escoceses, etc.

Aunque algunos sostienen que por la sangre de los Parraguez circulan genes celtíberos (celtas de la península ibérica), hay otros que sostienen que los primeros Párraga no son nada menos que hijos de Persia, comerciantes o guerreros que en alguna oleada cruzaron por Europa o por el Sahara, como también lo hicieron árabes (moriscos) y hebreos (judíos) que estuvieron más de 500 años en la península.

En este último caso, quienes creen en la corriente persa, aseguran que Párraga es una deformación de Tárraga, y esta -a su vez- de Tarraha, que tendría una traducción persa aludiendo a su origen: Persia.

En buenas cuentas, cuando a algún Parraguez chileno le pregunten por parientes y tenga la ocurrencia de decir: “este no es mi pariente”, mejor que no se haga una prueba de ADN. En Chile no hay otras descendencia Parraguez que la proveniente de don Cristóbal Pardo Parraguez, hijo de Galicia.

Para quienes quieran algunas pistas bibliográficas e historiográficas, les adjunto estas citas extraídas, como rezan sus notas, de diferentes textos criollos:

Don Cristóbal Pardo Parraguez: De Galicia. En Chile por 1620. Casó con Lorenza del Águila, hija de don Melchor Jufré del Águila. 1º Cristóbal, nacido de ambos, casó a mediados del s. XVII con doña Elvira de Córdoba y Pérez de Najera. Hijo: 1º Melchor Pardo del Águila y Córdoba testa en 1709 –Vol. 119 de la Cap. Gen., juicio entre sus herederos- declarando como hijos legítimos de su unión con Ana Marchant Gallardo (de Gaspar y Jerónima) a 1º José; 2º Juan; 3º Cristóbal; 4º Bartolomé; 5º Francisco; 6º Melchor; 7º Gaspar; 8º Bernabé; 9º Lorenza; 10º Gertrudis; 11º Leonor; 12º Ursula, y 13º Melchora (dicha en los Mesa y que testa en 1763 –vol. 705-. Los demás uniéronse también a los Mesa, Herrera Sotomayor, Marín de la Rosa, Rojas Salinas y otros.

(“Familias Chilenas” Tomo II. Pág. 380. Guillermo de la Cuadra Gormaz).

En la familia de los “Pardo” se menciona a Melchor Pardo Parragué y del Águila, bautizado en 1620, vecino de Vichuquén (VII Región). Capitán Dueño de 1.300 cabezas en Las Salinas. Casó con Ana Marchán y Gallardo, hija del Capitán Gaspar Marchán y de Jerónima Gallardo. Melchor Pardo Parragué y del Águila falleció en Rarin, b.d.t. de 3 de noviembre de 1709 (C.G. 119). Este Melchor es hijo de Cristóbal Pardo, bautizado en Galicia. Venido con sus armas. Casó con Lorenza del Águila, hija natural de don Melchor Jofré del Águila, natural de Madrid.

Hijos de Cristóbal Pardo y Lorenza del Águila, además de Melchor, fueron: Ana (casó con Jerónimo de Loyola) y Cristóbal (bautizado en 1621. Entró en Real Servicio en 1637. Capitán en 1671. Recibió merced de 200 cabezas en Pumanquén el 25 de noviembre de 1671. Casó con Elvira de Córdoba, c.s. en Colchagua –C.G. 473, fs. 61- ).

Melchor Pardo Parragué y del Águila dejó descendencia en 1º José; 2º Cristóbal (casó con Margarita Mesa); 3º Gaspar; 4º Juan (casó en 1703 con Mariana Marín de la Rosa, y en segundas nupcias con María Salinas); 5º Francisco; 6º Melchora (casó con Ignacio Meza Venegas); 7º Bartolomé (en Talca 1749); 8º Bernabé; 9º Leonor (con Nicolás Poblete); 10º Lorenza (con José Peñaloza); 11º Ursula (casó en 1717 con Bartolomé Marín de la Rosa), y 12º Gertrudis.

Familias del Antiguo Obispado de Concepción (1551-1900) Gustavo Opazo Maturana (1957) DE. Zamorano y Caperán. (Pág. 190)

Corregidor de Mendoza: Luis de Molina Parraguez. En 1653 detuvo el paso de Gonzalo de Briones Sotomayor (c.1612-1692), junto a otros mercaderes que viajaban desde Córdoba hacia Santiago (Linaje de los Briones. Página 113). Nota 71.- Luis Molina Parraguez es de la rama fundadora Molina –ver familias fundadoras de Chile, pág. 351, generación I.7.) (Pág.119)

Nota 98.- Parroquia de Vichuquén, L. 1 de M., f.21. La familia Pardo de Colchagua, desciende de Cristóbal Pardo Parraguez, gallego. No hemos podido encontrar descendencia de la familia Pardo Parraguez, debidamente documentada por varonía hasta el presente. (Pág. 119).

Juan Pardo Parraguez: siguió pleito a Esmeregildo o Ermenegildo Briones Vergara sobre tierras en Quilico, Vichuquén en 1796. (Linaje de los Briones, pág. 115) Nota 109.- Judicial de Curicó legajo 4, pieza 9. (Pág.119)

Antonia de Azócar o Parraguez, parece hija legítima de Diego de Aranda Gatica y de Juana de Azoca Landa Pardo Parraguez. Antonia Azoca (Azócar o Parraguez) casó con Juan de León (c.1610- c.1653). Hijos legítimos 1º Juan de León Parraguez, y 2º Marcos de León Azócar. Juan de León Parraguez (c.1650 - ¿1721?) fue alférez en 1709. Casó en Renca el 1 de marzo de 1672 con Ana Serrano (Ana Serón), hija legítima de Diego López Serrano y de María Serrano de Carvajal. Casó en segundas nupcias con Inés de Aguayo (hija Natural de María de Aguayo), el 8 de mayo de 1695.

(Linaje de los León, pág. 374) Nota 8.- E.S. 145, f.311. Testamento de Diego de Aranda Gatica. 24-1-1641. (pág. 378).

Melchora de Molina Parraguez: casada con el maestre de campo Diego Florez de León, propietarios de tierras en la Rinconada del Salto. Al parecer su padre fue el doctor Fernando de Molina Parraguez.

(Linaje de los Silva: varonía Jiménez de Eguisaldo. Pág. 383).

(“Familias Fundadoras de Chile 1601-1655: El Segundo Contingente”. Julio Retamal Favereau y otros. P.U.C. 2000)

XVII Don Alonso Álvarez de Toledo y Mejía, b. en Angol en 1583, encomendero: fundador de Chillán en 1580, capitán del Real Ejército c. doña Isabel de Alfaro. De los Toledo Alfaro desciende 1) Marchant Toledo (La Familia Fundada por don Francisco Marchant) Con sucesión –entre otros- de los Marchant Gallardo, con sucesión unida a Pardo Parraguez del Águila.

(Linaje de los Álvarez de Toledo, Pág 272)

(“Familias Chilenas con vinculaciones reales”. José Alberto Sánchez Zañartu.)

Francisca Gómez Pajuelo Pardo Parragués casó con don Jerónimo de Molina Herrera, noble nacido en Almagro, 1536. Vino a Chile en 1557. “afianzado” por su hermano, luego de comparecer en Lima, es nombrado Juez de Bienes de Difuntos en 1581, sirviendo con el título de “muy ilustre señor”. Tuvo su primera casa en los jardines del Congreso y desde 1590 en el histórico solar que heredan sus vástagos Flórez, Encalada y Morales, marqueses de Villapalma, etc. Se le hizo merced real de la estancia del Salto en 1567 y fue dueño del feudo de Catentoa de Maule, en 1593. Corregidor de Santiago en 1588, alcalde en 1596 y nuevamente corregidor entre 1601-1602. HIJOS: 1º Jerónima, abadesa de las Agustinas, y siete más, todas canonesas de la misma orden; cuatro sacerdotes: 9º Antonio, 10º Francisco; 11º Pedro, y 12º Luis (canónigo de Santiago); 13º Hernando de Molina Gómez Pajuelo (casó en 1612 con I Francisca de Aránguiz Gamboa, y en 1616 con II Magdalena Zapata de Mayorga Arias de la Fuente, Hijo: Pedro de León Molina Ahumada) y 14º Juan de Molina Parragués Gómez Pajuelo (nació en 1583). capitán del real Ejército casó en Bs.As. c. Sebastiana de Vasconcelos. Teniente de Gobernador en Tucumán, maestre de campo en 1631 y y Justicia Mayor de La Serena. Hijos: Luis, Jerónimo, Rodrigo –nacido en Tucumán- Pedro, Ursula, Inés, Mariana y Francisca) y 15º Melchora, casada en 1608 con el maestre de campo y Caballero de la Orden de Santiago don Diego Flórez de León Ramírez de Peñalosa, madrileño, corregidor de Concepción, donde murió en 1637.

(Linaje de los Molina. Págs. 330 y 333, Tomo II)

Melchora Pardo Parragués Del Aguila (nieta de los primeros conquistadores del Reino de Chile, al igual que su esposo) casó c. Ignacio de Mesa y Álvarez de Toledo: Hija: Juana de Mesa, casó con Pedro de Mandiola y Gasco, vecino fundador de la villa de San Francisco de la Selva (Copiapó) y corregidor y justicia Mayor de la misma.

(Linaje de los Mandiola, Pág. 168, Tomo II)

Capitán don Juan Gómez Pardo y Roco Ibacache casó c. Mariana (hija del capitán de caballería Pedro Ventura Velásquez de Covarrubias y Lisperguer, maestre de campo de los reales Ejércitos y alcalde de Santiago en 1696, y de María Illánez de Quiroga). Don Pedro tuvo 6 hijos: Andrés, Antonio Francisco, Petronila, Francisca y Mariana. En su segundo matrimonio, con María Roco de Carvajal, tuvo otros 4 hijos: Antonio (casado con Margarita de Alfaro y Gómez Pardo), Pedro, Agustina y Catalina.

(Linaje de los Velásquez Covarrubias. Pág. 303) Tomo I

(“Nobleza Colonial Chilena: Linajes españoles” Juan Mujica.)

Cristóbal Pardo Marchant: De Melchor y Ana, vecinos de Vichuquén (Rancagua, Escrit. Archiv. 1770-1792). Sus abuelos Cristóbal y Elvira de Córdoba; sus bisabuelos paternos: Cristóbal Pardo Parraguez, español, y Lorenza del Águila.

(“Familias Chilenas” Tomo V, Guillermo de la Cuadra Gormaz. De. Zamorano y Caperán. 1947.-

Melchor Jofré del Aguila, padre de Lorenza del Aguila:

Gral. Francisco Gallardo del Aguila, capitán de infantería, corregidor, gobernador, hijo del capitán Bartolomé Díaz Gallardo y de Inés del Aguila. El gral. Gallardo del Aguila es nieto paterno de Juan Cabezas y Rodríguez y de María Gallardo, y nieto materno del capitán Baltasar del Aguila y Guerrero, alférez de una columna auxiliadora que pasó a Chile al mando del coronel Francisco del Campo, en 1578, y de María de Arismendi (que continúa la descendencia de Oyarzún y Lartaún. Hijos del General Francisco Gallardo del Aguila fueron: 1º Francisco (maestre de campo gral. Francisco Gallardo del Aguila y Andrada-Colmeneros, casado c. Clara Suárez de Figueroa y Bustos de Lara, testó en 1712); 2º Ignacio (capitán), y 3º, según don Juan Barrios Barth, Fernando (casado c.Francisca de Riberos y Fernández de Castilla, hija de Francisco y Elena.

(“Crónica de Cuatro Siglos”: Desde La Conquista, Filiaciones, Méritos y Servicios. Raimundo Charlín Correa (1941) Pág. 142)